jueves, 19 de marzo de 2009

A propósito de la candidatura de Daniel Lamas. Por Gastón Pioli

¿QUE ENTENDEMOS POR VOLVER AL BATLLISMO?

Hemos asistido con beneplácito al lanzamiento de la candidatura de Daniel Lamas para las elecciones internas del Partido Colorado y la hemos apoyado formalmente. Los batllistas estábamos precisando una candidatura que buscara sus raíces en Batlle y Ordóñez, aquel formidable tribuno que hoy sigue siendo una referencia política y ética para los uruguayos.

Habíamos visto con desaliento como desde el Partido Colorado se había ido perdiendo la identificación con el verdadero batllismo. Sus líderes naturales, quizás demasiado enfrascados en la tarea de gobernar no fortalecieron las estructuras partidarias ni delegaron en los más jóvenes la tarea de aggiornar el histórico Partido para que nuevas ideas nutrieran los viejos principios y se generaran los recambios generacionales como sucede en todos los partidos políticos del mundo desarrollado.

No dudamos que las uruguayas y los uruguayos que transitoriamente buscaron otras opciones electorales quieren desandar el camino pero estamos convencidos que si el Partido Colorado no logra articular una opción mayoritaria, verdaderamente batllista, esos votantes volverán a golpear otras puertas. Las encuestas muestran que solo con la derecha el Partido no puede superar el 9 por ciento trágico de la elección de 2004.

Quisiéramos ahondar en el significado de batllismo porque lamentablemente éste concepto ha sido tan manoseado en los últimos años que cualquier fascista que se dice de izquierda pretende sentirse intérprete de Batlle y Ordóñez y aún desde la derecha del Partido se pretende invocar a Don Pepe. Parece ocioso decir que el pensamiento de Batlle y Ordóñez no tiene cabida en la derecha, pero tampoco lo tiene dentro de lo que se ha dado en llamar la izquierda uruguaya de hoy.

Porque Don Pepe fue un adelantado histórico de lo que el mundo conoce como social democracia, cuyas manifestaciones más auténticas hemos visto en Europa a través de los Partidos socialistas o el laborismo inglés, o el PSOE de Felipe González y Zapatero, y en América con Ricardo Lagos o con Fernando Henrique Cardoso.

Batlle y Ordóñez puso el Estado al servicio de la gente y no al revés, como en los países donde ha gobernado el Marxismo con el que sueña la mayoría del Frente Amplio. Los impuestos en la época de Batlle y Ordóñez, que nunca alcanzaron los niveles de hoy, se cobraban para mejorar los servicios a los ciudadanos y no como en este gobierno de los uruguayos de hoy que los cobra para engordar la burocracia y mantener el clientelismo. Además Batlle y Ordóñez nunca quiso un impuesto a la renta porque consideraba que era un impuesto al trabajo. Y cuando creó empresas del Estado lo hizo para darles mejores servicios a los usuarios y utilizar las ganancias para el bien general pero nunca para satisfacer a los gremios complacientes con su fuerza política.

Y fue esa fragua batllista la que moldeó a la hoy tan golpeada clase media uruguaya, que no es entendida por los economistas neo liberales al servicio del Frente Amplio quienes creen que la clase media se mide por los ingresos y no se dan cuenta que no es por éstos sino por las expectativas que en ese vasto sector de la población sembró la política social del batllismo. Y a esa clase media la quieren terminar de matar para emparejar hacia abajo a la sociedad como en la Cuba de los Castro, de modo de tener un pueblo cautivo que les permita perpetuarse en el poder.

La coalición del gobierno, haciéndose muchas veces gárgaras de aplicar soluciones batllistas, lo que ha logrado es acentuar un populismo que está saturando a la sociedad y vaya si esto no es peligroso. Basta mirar hacia la otra orilla del Río de la Plata para erizar la piel imaginando un futuro que se nos viene encima a corto plazo y al galope. Solo el Batllismo, en el estilo de Batlle y Ordóñez, puede poner freno al populismo de este estilo de gobierno del Frente Amplio que conciente o inconcientemente está buscando peronizar políticamente al Uruguay con ese entrevero de Comités partidarios y aparato sindical que tanto daño han causado del otro lado del Río de la Plata.

El país esta hoy a contramano de su historia gobernado por una coalición donde conviven los que pregonaban la teología de la liberación con los marxistas que siguen teniendo a Cuba de modelo y los que creyeron que la guerrilla y la lucha armada para conquistar el poder eran el remedio para terminar con la injusticia social. Hemos ido perdiendo la tradición y la cultura política republicana que habían moldeado lo que ese admirable adversario político que fue Wilson Ferreira describiera con orgullo como una comunidad espiritual.

Volver al Batllismo es volver a la democracia liberal y a la social democracia que Batlle y Ordóñez nos legó en el marco de un laicismo que nos alejó de las dos grandes influencias negativas que han afectado a América Latina: la de una Iglesia politizada y la de Fuerzas Armadas enquistadas en el gobierno.

El Uruguay progresista de Batlle y Ordóñez tampoco es el de los marxistas que cuando hablan de progreso tienen en mente a un Estado omnipresente y totalitario como el de la Unión Soviética o el de Cuba. El progreso que promovió históricamente el Batllismo en el Uruguay y al que debemos retornar para felicidad de la gente exige inevitablemente un Estado no intervencionista por definición pero dispuesto, cuando así lo exigen las circunstancias, a actuar con prontitud para restablecer los equilibrios en favor de la gente.

El modelo del crecimiento económico con integración social que un día Batlle y Ordóñez supo resolver con eficacia no tiene hoy su equivalente en el país. Los batllistas de hoy debemos asumir el desafío de encontrar una alternativa válida para el siglo XXI que incluya mejores abordajes institucionales con reglas de juego respetadas, tanto para lo económico como para lo fiscal de modo que los inversores puedan volver a creer en el país y que ese sector de la economía que hasta ahora no ha participado en el esfuerzo social como es el gran sector de la economía informal pueda integrarse a la formalidad y con ello darle al Estado el oxígeno para ampliar su cobertura social de protección a los más carenciados en lugar de tener que recurrir a gravar con impuestos a la cada vez más golpeada clase media.

Algunos ejemplos del país más reciente como fueron los reintegros a las exportaciones o las exenciones que permitieron el desarrollo de un país forestal muestran los beneficios de políticas que no priorizaron la presión fiscal. Estos ejemplos de batllismo bien entendido deben multiplicarse para generar recursos que permitan luego una distribución equitativa para favorecer a los sectores más necesitados. Pero debemos aprender de una vez y para siempre que sin crecimiento no podrá haber una política social sustentable.

Debemos reconstruir el Uruguay, de modo que el liberalismo, la democracia y la justicia social vuelvan a ofrecer a las uruguayas y uruguayos un modelo confiable de convivencia que cierre las puertas al pasado fratricida de los dogmatismos que tanto daño le hicieron a la sociedad en la segunda mitad del siglo XX y abra las ventanas al futuro de un siglo XXI, que permita articular un modelo de desarrollo para atender y mejorar la situación de los carenciados y marginados, con adecuados sistemas de contralor y fiscalización de la ética pública y del poder.

Por todo ello, apostamos hoy a esta candidatura de Daniel Lamas, quien en su corta trayectoria política transcurrida entre 1980 y 1990, coincidente con la salida democrática se había constituido en uno de los voceros principales de la Corriente Batllista Independiente (CBI) de la que se alejó cuando vio que ya no se cumplían los propósitos que habían llevado a su creación y se fue para su casa. Y lo hacemos porque mientras estuvo en la arena política actuó con honestidad, transparencia y firmeza pero fundamentalmente porque lo hizo con el espíritu y la mística de los buenos batllistas.

Quienes seguimos bastante de cerca, aunque sin integrarlo, aquel proceso de la CBI, en algún momento le habíamos encontrado fuertes puntos de contacto con el proceso fundacional de la vieja Lista 99. Y esto último, que probablemente no fue casual, sea quizás el punto de encuentro para que hoy muchos ex militantes de aquella Corriente con antiguos combatientes y fundadores de la vieja lista 99 se unan a otros batllistas, que constituimos hoy lo que podría denominarse como el espacio del batllismo independiente en la República, para generar el cambio y la renovación en el Partido de Don Pepe que le permitan volver a ocupar su lugar natural en la política nacional.

Vemos con alegría como, cuando algunos pisotean el nombre la Lista 99 y el recuerdo de Hugo Batalla acercándose a un movimiento que con una luminosidad de corto alcance que se asemeja a la luz de neón no logra resolver la oscuridad en que se ha sumido nuestra colectividad histórica, otros dirigentes como Carlos Cassina, el más cercano a Hugo Batalla de los que aún sobreviven, u otros que se habían incorporado luego bajo el liderazgo de este último como Samuel Lichzenstein, Tabaré Vera o Kimal Amir, junto a Conrado Rodriguez, nieto de quien fuera fundador junto a Zelmar Michelini e inspirador del nombre de aquel Movimiento por el Gobierno del Pueblo, don Renán Rodriguez, figura emblemática del Partido Colorado, están alineados en esta trinchera sin esperar recompensa alguna más que ver al Partido Colorado nuevamente de pie enfrentando los grandes problemas que le ha traído al país la mediocracia gobernante.

Al cerrar estas líneas, que constituyen de algún modo un desahogo esperanzado, frente a tantos años de frustración por la realidad del Partido, nos permitimos formular votos para que este proyecto logre concitar el respaldo que el esfuerzo de sus promotores merece, lanzando una exclamación que nos es tan cara a los batllistas y que nos viene de Baltasar Brum, momentos antes de su inmolación,

ARRIBA CORAZONES, VIVA BATLLE

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